Si el 2050 el 60% de la población vivirá en macrociudades habitadas por millones de personas, ¿estamos a tiempo de hacerlas vivibles?
Además debemos añadir el hecho de que buena parte de la población será de la 3a edad y probablemente con una larga esperanza de vida. ¿Podrán las ciudades absorber y dar servicios de calidad a una gran población sobre los 65 años?
Ahora mismo no sabemos la respuesta a estas inquietudes.
Quizás bajo el concepto de Smart City se pueda hacer algo por vivir en macrociudades, y por eso lo mejor es comenzar una revisión del concepto y de sus posibilidades de ser rentable.
Antes de meternos de lleno en el negocio de las Smart City, es importante tener claro este concepto, así como los términos relacionados con ello.
Para partir comenzaré citando el concepto de IoT (Internet of Things) por ejemplo, el cual genera todavía bastante confusión, y no es otra cosa que la interconexión digital entre los objetos/servicios con Internet.
Una Smart city o ciudad inteligente es aquella que se sirve al máximo de los recursos tecnológicos, facilitando a los ciudadanos cualquier actividad y/o servicio. Y para conseguirlo hace uso masivo de los dispositivos conectados a Internet, o el mundo de la IoT. De hecho se le define como una ciudad optimizada gracias a las tecnologías, lo cual no es para nada nuevo, sólo que ahora se une la explosión de las TIC.
Así una Smart City es el uso masivo de las TIC procesando millones de datos capturados y transmitidos en miles de dispositivos, entonces si hay capacidad técnica y posibilidades legales de procesar esa información para organizar y prever el desarrollo de una ciudad, diremos que estamos ante una ciudad donde la información se usa de forma inteligente.
Pero ... el término Smart City va más allá de su traducción libre como Ciudad Inteligente.
Mirando definiciones (de diccionarios online como Merriam-Webster, u Oxford), la palabra Smart alude o plantea la noción de actuar inteligentemente, ser brillante, tener buen juicio, que muchas veces no alcanza la dimensión etimológica latina de 'inteligente'. Además Smart alude a ser arriesgado, provocador, y enérgico -incluso inpertinente-, que es un rasgo que debe adicionarse a la inteligencia. Por tanto Smart no es solamente ser inteligente, inteligente es el punto de partida.
Para conseguir esta idea, en una ciudad se combinan elementos/servicios verticales: luz, agua, energía, gobernanza, residuos, sanidad, transportes, etc., con otros horizontales: TIC, cultura, planificación, educación, innovación, sociedad, lenguaje, etc. El rasgo diferenciador en una Ciudad Smart es que los elementos horizontales son los que plantean la diferencia.
Pues bien, teniendo en cuenta el gran avance que ha supuesto para la sociedad el uso de Internet, parece mentira conocer el porcentaje de productos o servicios que hoy en día están conectados a la red. Solo un 1% (ver http://hipertextual.com/2015/05/smart-cities-espana). Este alarmante dato refleja la necesidad de las ciudades de cambiar por completo su gestión y comenzar a innovar, ofreciendo a los ciudadanos un mejor servicio y como no, facilitando la gestión a cientos de empresas con fines públicos. Por eso debemos comenzar ya.
La estimación que ha despertado las alarmas en muchas ciudades es el cambio que se prevé para el año 2050 y que indiqué al inicio de este post: en menos de cuatro décadas viviremos en ciudades superpobladas.
Si en las grandes ciudades como -por ejemplo- Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla o Valencia (todas de España) entre otras resulta ya difícil controlar, gestionar y coordinar los recursos y servicios, la necesidad de convertir la ciudad en una Smart City se convierte en algo más que necesario.
Y es un cambio que en algunas ciudades españolas ya ha empezado. La instalación de semáforos por ejemplo, es una innovación tecnológica, sin embargo, cuando hablamos de cambio a Smart City, como es de prever, nos referimos a otro tipo de servicios.
En la ciudad Santander en España, por ejemplo, es posible saber exactamente en tiempo real en qué lugar hay un sitio disponible para aparcar en la ciudad, conocer el estado de las bibliotecas o incluso ver a través de cámaras la cantidad de gente que hay en las playas o consultar el temporal del mar.
Siguiendo en España, en la Coruña podemos averiguar a qué hora y por donde pasa la procesión de Semana Santa, o bien en Málaga, donde se han propuesto reducir en gran medida las emisiones de CO2.
En general, podemos confirmar que ya en muchas ciudades hay instalados indicadores de tiempo en las paradas para saber cuánto tiempo tenemos que esperar el autobús.
Pero no nos quedemos con la idea ciudad. El concepto de Smart City se amplia al de Smart Country, pero literalmente es lo mismo, ya que del momento en que tecnificamos el campo, el campo deja de ser campo. Al convertir en Smart el "country", le quitamos la esencia de su ancestralidad, de su tranquilidad extra-urbana. Así el Smart Country es una extensión de la Smart City más cercana en comunicaciones, y lo "country" se integra, se suma, a la Ciudad Smart.
Como se puede deducir tras conocer algunos de los cambios realizados en las ciudades, el proceso de transformación hacia una Smart City afecta a diversos sectores industriales, más allá de la verticalidad u horizontalidad de estos sectores. En este sentido, el transporte, los residuos, la e-sanidad y la energía son sin lugar a dudas los más decisivos.
Por ello, todas las empresas relacionadas con ellos, ya sea una gran empresa automovilística o bien energética, podrán verse beneficiadas si saben cómo sacar provecho de esta situación.
El negocio de una Smart City viene por los ahorros en eficiencia al compartir datos, y no hablamos de números bajos. Otra fuente de negocio en una Smart City son las innovaciones que surgen y se aplican. Y otro negocio en una Smart City viene de administrar el uso de las soluciones.
Y la fuerte inversión inicial se supera por el apoyo de las alianzas de cooperación público-privada, de fuentes de financiación ajenas o de fondos de inversión territoriales (Unión Europea, Mercosur, etc.), como asimismo de aportes de organismos internacionales (BID, BM, Banco de la CAF, etc.)
Mención aparte tiene el financiamiento por crowfounding gracias a la acción de inversores anónimos en redes de economía social, solidaria y colaborativa.
Es llegados a este punto dónde surge la gran confusión. Este cambio a ciudad inteligente es por y para mejorar la propia ciudad, por lo que debe tratarse de un cambio más bien político y no tanto empresarial.
Desde los mismos ayuntamientos o municipales o gobiernos autónomos, deberían salir las ideas y los planes para optimizar tecnológicamente las ciudades, sin embargo, hablamos de un proceso lento que requiere un gran esfuerzo y planificación, y es aquí donde se aprecian carencias en cualquier tipo de gobierno tales como:
Antes de meternos de lleno en el negocio de las Smart City, es importante tener claro este concepto, así como los términos relacionados con ello.
Para partir comenzaré citando el concepto de IoT (Internet of Things) por ejemplo, el cual genera todavía bastante confusión, y no es otra cosa que la interconexión digital entre los objetos/servicios con Internet.
Ciudades Inteligentes ¿qué son¿ (IBM)
Una Smart city o ciudad inteligente es aquella que se sirve al máximo de los recursos tecnológicos, facilitando a los ciudadanos cualquier actividad y/o servicio. Y para conseguirlo hace uso masivo de los dispositivos conectados a Internet, o el mundo de la IoT. De hecho se le define como una ciudad optimizada gracias a las tecnologías, lo cual no es para nada nuevo, sólo que ahora se une la explosión de las TIC.
Así una Smart City es el uso masivo de las TIC procesando millones de datos capturados y transmitidos en miles de dispositivos, entonces si hay capacidad técnica y posibilidades legales de procesar esa información para organizar y prever el desarrollo de una ciudad, diremos que estamos ante una ciudad donde la información se usa de forma inteligente.
Pero ... el término Smart City va más allá de su traducción libre como Ciudad Inteligente.
Mirando definiciones (de diccionarios online como Merriam-Webster, u Oxford), la palabra Smart alude o plantea la noción de actuar inteligentemente, ser brillante, tener buen juicio, que muchas veces no alcanza la dimensión etimológica latina de 'inteligente'. Además Smart alude a ser arriesgado, provocador, y enérgico -incluso inpertinente-, que es un rasgo que debe adicionarse a la inteligencia. Por tanto Smart no es solamente ser inteligente, inteligente es el punto de partida.
Para conseguir esta idea, en una ciudad se combinan elementos/servicios verticales: luz, agua, energía, gobernanza, residuos, sanidad, transportes, etc., con otros horizontales: TIC, cultura, planificación, educación, innovación, sociedad, lenguaje, etc. El rasgo diferenciador en una Ciudad Smart es que los elementos horizontales son los que plantean la diferencia.
Pues bien, teniendo en cuenta el gran avance que ha supuesto para la sociedad el uso de Internet, parece mentira conocer el porcentaje de productos o servicios que hoy en día están conectados a la red. Solo un 1% (ver http://hipertextual.com/2015/05/smart-cities-espana). Este alarmante dato refleja la necesidad de las ciudades de cambiar por completo su gestión y comenzar a innovar, ofreciendo a los ciudadanos un mejor servicio y como no, facilitando la gestión a cientos de empresas con fines públicos. Por eso debemos comenzar ya.
La estimación que ha despertado las alarmas en muchas ciudades es el cambio que se prevé para el año 2050 y que indiqué al inicio de este post: en menos de cuatro décadas viviremos en ciudades superpobladas.
Si en las grandes ciudades como -por ejemplo- Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla o Valencia (todas de España) entre otras resulta ya difícil controlar, gestionar y coordinar los recursos y servicios, la necesidad de convertir la ciudad en una Smart City se convierte en algo más que necesario.
Y es un cambio que en algunas ciudades españolas ya ha empezado. La instalación de semáforos por ejemplo, es una innovación tecnológica, sin embargo, cuando hablamos de cambio a Smart City, como es de prever, nos referimos a otro tipo de servicios.
En la ciudad Santander en España, por ejemplo, es posible saber exactamente en tiempo real en qué lugar hay un sitio disponible para aparcar en la ciudad, conocer el estado de las bibliotecas o incluso ver a través de cámaras la cantidad de gente que hay en las playas o consultar el temporal del mar.
Siguiendo en España, en la Coruña podemos averiguar a qué hora y por donde pasa la procesión de Semana Santa, o bien en Málaga, donde se han propuesto reducir en gran medida las emisiones de CO2.
En general, podemos confirmar que ya en muchas ciudades hay instalados indicadores de tiempo en las paradas para saber cuánto tiempo tenemos que esperar el autobús.
Pero no nos quedemos con la idea ciudad. El concepto de Smart City se amplia al de Smart Country, pero literalmente es lo mismo, ya que del momento en que tecnificamos el campo, el campo deja de ser campo. Al convertir en Smart el "country", le quitamos la esencia de su ancestralidad, de su tranquilidad extra-urbana. Así el Smart Country es una extensión de la Smart City más cercana en comunicaciones, y lo "country" se integra, se suma, a la Ciudad Smart.
Como se puede deducir tras conocer algunos de los cambios realizados en las ciudades, el proceso de transformación hacia una Smart City afecta a diversos sectores industriales, más allá de la verticalidad u horizontalidad de estos sectores. En este sentido, el transporte, los residuos, la e-sanidad y la energía son sin lugar a dudas los más decisivos.
Por ello, todas las empresas relacionadas con ellos, ya sea una gran empresa automovilística o bien energética, podrán verse beneficiadas si saben cómo sacar provecho de esta situación.
El negocio de una Smart City viene por los ahorros en eficiencia al compartir datos, y no hablamos de números bajos. Otra fuente de negocio en una Smart City son las innovaciones que surgen y se aplican. Y otro negocio en una Smart City viene de administrar el uso de las soluciones.
Y la fuerte inversión inicial se supera por el apoyo de las alianzas de cooperación público-privada, de fuentes de financiación ajenas o de fondos de inversión territoriales (Unión Europea, Mercosur, etc.), como asimismo de aportes de organismos internacionales (BID, BM, Banco de la CAF, etc.)
Mención aparte tiene el financiamiento por crowfounding gracias a la acción de inversores anónimos en redes de economía social, solidaria y colaborativa.
Es llegados a este punto dónde surge la gran confusión. Este cambio a ciudad inteligente es por y para mejorar la propia ciudad, por lo que debe tratarse de un cambio más bien político y no tanto empresarial.
Desde los mismos ayuntamientos o municipales o gobiernos autónomos, deberían salir las ideas y los planes para optimizar tecnológicamente las ciudades, sin embargo, hablamos de un proceso lento que requiere un gran esfuerzo y planificación, y es aquí donde se aprecian carencias en cualquier tipo de gobierno tales como:
- ausencia de estrategias alineadas a las nuevas necesidades de ciudades cada vez más pobladas;
- desconocimiento u omisión de acciones respetuosas de las demandas sociales y a su vez estas acciones resilientes a las posibilidades de las TIC; y,
- desconección de los mecanismos y prácticas de ejecución proyectual de las estrategia urbano-digitales con la complejidad de una ciudad.
Los paises aparecerán y desaparecerán ... Las fronteras variarán ... Las ciudades seguirán ...
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