Vivimos una época en que parece que todo debe ser disruptivo. O si algo no es disruptivo, no es interesante.
Pero esto más parece reflejo de una moda que de una realidad económica. Y eso preocupa.
- Primero, porque el concepto de innovación disruptiva se puede banalizar.
- Segundo porque un concepto estratégico mal empleado o aplicado genera pérdidas importantes a sectores económicos establecidos o emergentes.
El año 2015, Christensen, Raynor y McDonald, revisan el concepto de innovación disruptiva y recuerdan que: Disrupción es un proceso por el cual una empresa (o un negocio emergente de una empresa o un emprendimiento) más pequeña y con menos recursos desafía el éxito de empresas establecidas.
Este artículo, "What is disruptive innovation?", se publica justo 20 años después de que por primera la idea de Teoría de Innovación Disruptiva fue publicada, por Bowey y el mismo Christiansen el año 1995 en el artículo "Disruptive Technologies catching the wave".
La preocupación de Christensen, Raynor y McDonald es de tal profundidad que abordan el análisis de Uber como innovación disruptiva.
Su análisis es directo sobre los fundamentos de la teoría de la innovación disruptiva, y el resultado es simple: Uber NO es una innovación disruptiva.
Esta declaración es provocativa y cobra sentido en momentos en que parecieran proliferar los profetas y gurus de la innovación. Lo bueno es que recordar la teoría de la innovación disruptiva permite situar y detectar a "falsos innovadores".
Esta declaración permite aclarar que la innovación surge y opera en un espacio económico.
Este análisis es importante porque Uber justo en estos momentos ha sufrido un golpe fuerte ya que la Justicia Europea determinó que se trata de un servicio de transporte y por lo mismo debe regirse por las normas de este sector.
No me referiré aquí a las consecuencias de esta sentencia, o si tendrá mayor impacto, o si estamos ante una constricción a las innovaciones. Tampoco entraré en el debate de si estamos ante falta de visión, ostracismo, ajuste de mercado, o conflicto de intereses.
Por el momento hay que analizar el caso Uber desde la óptica estratégica de cómo asumir las innovaciones en el core estratégico de un negocio.
Lo que ahora ocurre con Uber expone de mejor manera que no es una disrupción, sino otro tipo de innovación, o quizás no es una innovación sino un re-enfoque tecnológico de un mercado consolidado que debía refocalizarse.
Por supuesto esto debe ser análisis de otro artículo, o esperar que el modelo de negocio Uber madure.
Christensen y sus colegas señalan que Uber ha transformado el negocio del taxi, pero no cumple los requisitos de la teoría de la innovación disruptiva.
Veamos esos requisitos.
- Uber no creó un mercado, pues satisfizo una demanda que estaba insatisfecha a través de una mejora del servicio, y no creo un mercado pues no atendió a algún grupo de clientes no atendido.
- Uber es una innovación incremental de base tecnológica, pues entra directo a un mercado que ya estaba operando con una relación de conexión entre entre usuario y taxi (pues un taxi se conseguía por teléfono o se esperaba "en una esquina"), y amplió la masa de taxistas atrayendo a nuevos conductores como una opción o alternativa económica a sus vidas. Uber no comienza con discreción como suelen comenzar las disrupciones, esperando que los clientes cambien sus hábitos una vez vean mejoradas sus condiciones de vida y no se vean "golpeados" por una "novedad" app.
Para entender mejor porqué Uber no es una disrupción hay que decir primero que el mercado de taxis es un sector fuertemente regulado y altamente cómodo y comoditizado. Es un negocio dominado por diversos actores y agentes, y es claro que esto produce un dominio muy alto difícil de romper por medios que no sean disruptivos o de índole legal.
Uber entró a modificar las tecnologías relacionales cliente-proveedor, pero no ha entrado aún a modificar las condiciones del mercado de tal manera que afecte los fundamentos del mercado de los taxis.
Uber como disrupción, no ha llegado a "asustar" a los actuales actores y agentes del sector del transporte, de hecho Uber no ha producido ningún tipo de temor que suele producir una disrupción.
Es más, la intromisión de Uber con una determinada tecnología, ha llegado a consolidar estas reglas actuales y por eso está sufriendo problemas. Pero esto último, abre el debate al tema de que cualquier innovación requiere una estrategia clara de consolidación y sosteniblidad, y no basar su éxito en eliminar un mercado y crear otro nuevo.
Este análisis de Uber permite exponer cuatro cosas sobre la innovación en general y la innovación disruptiva en particular:
- Primero, que los conceptos de innovación deben aplicarse muy bien, porque de lo contrario, las innovaciones no prosperarán.
- Segundo, que cualquier innovación no puede plantearse sin una estrategia innovadora.
- Tercero, que Uber es aún una innovación incremental, pero podrá ser disruptiva cuando el sector de los taxis no se percate cómo Uber les dejó fuera de un mercado que Uber creó.
- No hay que dejarse convencer de que cualquier app es una innovación.
Y para cerrar los interesantes aportes de Christensen, enumero parte de sus conclusiones:
- la disrupción, como toda innovación, es un proceso, no es un evento;
- los disruptores construyen modelos de negocio diferentes a los que poseen los titulares o dueños de los mercados, son modelos que cambian los cimientos de un sector o crean uno nuevo;
- las disrupciones pueden ser existosas o no, y por ello precisan un análisis estratégico claro y "no novelero"; y,
- el mantra "disrupt or be disrupted" puede confundir.